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Códice Murua

A fines del siglo XVI tras la reorganización del virreinato peruano por el Virrey Francisco de Toledo, vemos aparecer un conjunto de crónicas que hicieron del pasado prehispánico y las poblaciones autóctonas su tema central. Entre ellas destacan las de dos autores que tuvieron la peculiaridad de incluir un gran número de ilustraciones. Uno de ellos fue indígena y el otro español, específicamente vasco pues dice pertenecer a la misma provincia de donde fue oriundo San Ignacio de Loyola, es decir Guipúzcoa. Este parecido no fue casual pues existen evidencias contundentes de que se conocieron. Más aun, tan estrechos fueron los vínculos que el indígena parece haber sido el responsable de un alto porcentaje de los dibujos que se encuentran en la obra del sacerdote. El indígena se llamó Felipe Guaman Poma de Ayala y es el autor de «El Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno» que consiste en cerca de 1,200 páginas de las cuales 399 tienen dibujos. El mercedario, por su parte, fue autor de dos códices. Uno es el que ahora se divulga por primera vez y el otro es el que a fines de la década de 1940 descubrió el historiador español Manuel Ballesteros Gaibrois y que fue bautizado como «Manuscrito Wellington» por haber estado en poder de la familia del Duque Británico, vencedor de Napoleón, que fue poseedor de este apellido. Este último fue la versión definitiva que el sacerdote preparó para su publicación quedando el anterior como el borrador. Hoy el «Manuscrito Wellington» ya ha sido difundido en dos ediciones mientras que su versión preliminar recién ve la luz en una edición facsímil que reproduce con una extraordinaria fidelidad las 113 acuarelas que contiene así como la presencia de distintos añadidos que dan cuenta con toda nitidez de haber sido elaborado en distintas etapas. La fecha más temprana que encierra este documento titulado «Historia y Genealogía Real de los Reyes Incas del Perú de sus hechos, costumbres, trajes, y manera de Gobierno» es 1590 pero los añadidos revelan que se le fueron incorporando textos hasta principios del siglo XVII. Sumado al manuscrito tardío esta obra constituye un valiosísimo testimonio del proceso de construcción de una crónica que en su afán de ser publicada tuvo que ir sorteando las restricciones que imponían el estado y la iglesia de su época. Abundando en el mérito que esta condición primigenia le otorga hay que señalar que se trata de un documento muy cercano al cronista indio Guaman Poma de Ayala y en general a la cultura de los pobladores andinos. De ello da cuenta la estructura que se le otorga al documento, la presencia de un conjunto de tradiciones que solo estos dos cronistas mencionan y los dibujos que en cerca de un 80% presentan un estilo semejante a los que hace el autor de la Nueva Coronica. A lo largo de sus 145 folios vemos desfilar en listados semejantes a los de la Nueva Coronica, y a los que recitaban los antiguos lectores de los quipus (o cuerdas anudadas de uso mnemotécnico), a los Incas, sus esposas, a personajes de la nobleza, instituciones y costumbres, y algunas ciudades. Con algunas excepciones la tendencia es que cada capítulo de los cuatro libros en que se divide esta obra esté acompañado de un dibujo. Unos, particularmente los que acompañan a los que versan sobre los Incas y sus esposas las Coyas, reflejan la presencia de una mano europea mientras los siguientes la de una o más manos indígenas. Si bien nos encontramos ante una obra inédita se debe mencionar que su texto ya era conocido gracias a una copia elaborada por el año 1890, conocida como «Manuscrito Loyola», que se conserva en la biblioteca del convento de los jesuitas ubicado en Azpeitia. Esta copia reprodujo con bastante fidelidad el manuscrito original que ahora se publica y que hemos bautizado como «Manuscrito Galvin» por honrar al dueño que actualmente lo conserva con gran esmero. Sin embargo no pudo reproducir las 113 acuarelas que acompañan al texto. Algo se intentó pero solo con cinco de los dibujos presentándolos como trazos en blanco y negro. En consecuencia el facsímile que ahora Testimonio Compañía Editorial pone al alcance del público tiene como gran primicia presentar por primera vez en toda su real dimensión las 113 acuarelas de este códice que la familia Galvin conserva cuidadosamente en Irlanda. Con estos dibujos, y la notoriedad que alcanzan los añadidos, la ganancia del texto conocido es mucho más del doble pues ellos ponen de manifiesto una serie de detalles que enriquecen nuestro conocimiento del pasado Inca y del proceso de construcción de una crónica. A través de los dibujos y los textos que los acompañan aprendemos de los nombres de las partes de los vestidos de los Incas, obtenemos una representación del espacio que cayó bajo el dominio Inca, asimismo de algunos de sus edificios como el Templo del Sol, los palacios del Inca, los castigos, las cárceles, los correos o «chasquis», los contadores, los cuidadores de puentes, su matrimonio, las vírgenes escogidas, las clases de edad, los sacrificios y otras prácticas rituales, los hechiceros, algunos bailarines, y finalmente algunas ciudades así como la ilustración de una leyenda romántica que versa sobre los amores de una Virgen del Sol con un pastor. Contrastado este documento con la Nueva Coronica de Felipe Guaman Poma de Ayala y el manuscrito Wellington, cuyo título original es «Historia general del Perú», su posición es ser una instancia intermedia entre una obra que se ubica en una vertiente indígena y otra que se acomoda a los cánones historiográficos de corte propiamente europeos. Consecuentemente se trata de un instrumento de primer orden para entender el proceso de aculturación en el campo de la historiografía y el arte.

Paginas

302

Fecha

Siglo XVI

Publicacion

06/11/04

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